Presenta Alma Guillermoprieto 72 Migrantes en el cierre del seminario internacional de periodismo

7 11 2013

Presenta Alma Guillermoprieto 72 Migrantes en el cierre del seminario internacional de periodismo

La última mesa de debate, precedida por Alma Guillermoprieto, en la cual participaron académicos y periodistas, como Daniel Lizárraga, Roberto Rock y Carlos Heredia se centró en las causas que generan la ausencia del periodismo de investigación como género en el país.

El primer seminario internacional de periodismo de investigación terminó con una acalorada discusión. El tema: periodismo de investigación. La conclusión, en palabras de la cronista Alma Guillermo Prieto: Los grandes trabajos de investigación en México aún no se han hecho. No hay recursos.

Guillermoprieto, Junto a Alberto Najar y Daniela Pastrana, presentó el proyecto “72 migrantes”, una serie de textos, perfiles y fotografías que retratan a cada uno de las personas de centro y sud-América asesinadas por el crimen organizado en el norte de Tamaulipas en agosto del 2010, lo que describieron como un altar a su memoria y la situación actual que miles de migrantes sufren y que es por lo general ignorada en nuestra sociedad e incluso los medios. “Éste es un tema de convergencia por la violencia y me adelanto, pero nosotros como periodistas lo hemos cubierto muy mal”.
Para el proyecto 72 autores, entre periodistas y escritores, trabajaron juntos y se coordinaron para investigar la identidad e historia de cada víctima, lo que dijo la cronista es una señal de que el periodismo de investigación es una posibilidad. Sin embargo dejó claro que si bien hay capacidad y talento, los medios no se arriesgan y el dinero, un factor obligatorio para las investigaciones a fondo, no se invierte en estos trabajos.
También denunció la negligencia de los medios hacia sus trabajadores diciendo que “una de las razones por las que hay tanto periodista asesinado en el país es porque los medios sueltan a los reporteros a su suerte sin protección alguna o respaldo”.

Lizárraga por su parte resaltó la falta de trabajo en equipo, el individualismo entre los periodistas que impide la cooperación necesaria para investigar casos temas como la corrupción. Rock la ausencia de espacios, derivado de los pocos recursos y el sistema de negocio que evita que los medios inviertan en estos temas. El periodismo, dijo Rock, es como un zombi, un ente muerto que camina creyendo que está vivo. Ricardo Rafael hizo el cierre de mesa con un discurso en el cual enfatizó la problemática del estado de transición por el que el periodismo mexicano está pasando y la pobre oferta de trabajo que espera a los futuros periodistas ”Hay 100 escuelas de periodismo en el país y cada una de ellas produce desempleados”
Sin embargo, el panorama gris tiene sus matices, las nuevas tecnologías, narrativas y temas son factores que se tienen que incorporar y aprovechar sin perder de vista que el buen periodismo es buen periodismo sin importar la plataforma.





Reflexiones de Marcela Turati sobre del premio Louis M. Lyons, de la Universidad de Harvard

14 12 2012

Marcela Turati

14 de diciembre de 2012

La llamada. El anuncio. ¿Un premio? La emoción. Los nervios. Noches en vela mirando al techo. Asustada, emocionada, ¿atrapada? porque cada reconocimiento implica más compromiso, sin palabras. Repasando en mi mente la película que me recuerda las hebras con las que se fue tejiendo esta decisión de premiarme a mí, a nosotras. Cómo se hilvanaron esas palabras  tan bonitas sobre mi trabajo, sobre nuestro trabajo, sobre el de todos los que “coincidimos en esta noche terrible” cubriendo la violencia en México.

I

Aquella mañana de 2007, en una tamalería, cuando 40 reporteras votamos el nombre: Periodistas de a Pie, así se llamaría nuestra red. En ese momento éramos ingenuas, pensábamos  que sería para impulsar la cobertura de la pobreza. En las fotos nos vemos felices.

Muchas de esas caras desaparecieron. Mi amiga Alma Delia Fuentes se ríe. Dice que pertenecer a la Red es tan duro como participar en la serie Survivors, que pocos pasan a la siguiente  temporada. Y sí, la gente se cansa de las citas domingueras, tomando café frente a un parque, desmañanadas pero lúcidas, los hijos corriendo en el parque, los esposos juntos platicando en otra mesa, viéndonos  planear cómo cambiar el mundo. Las citas nocturnas, a veces en mi casa, al salir de la chamba:  tomando decisiones mientras cenamos. Los niños en una sola cama, acurrucaditos.

II

Los talleres tejidos con tanto amor por manos solidarias. Por esa ética del cuidado, tan femenina. Ese cuidar a los otros y cuidarnos entre nosotros. ¿Qué tema se requiere ahora? Las respuestas a la velocidad de metralleta: Cubrir víctimas con respeto… ¿Cómo entrevistar niños con el alma rota por la violencia?… ¿Quién entiende de narcotráfico, cuál es su historia?… ¿Cómo se investiga?… ¿Cómo nos cuidamos?… ¿Hay forma de entrar y salir seguros de zonas peligrosas?… Nos están robando la alegría de vivir, ¿quién sabe técnicas de autocuidado emocional?… Necesitamos aprender a comunicarnos de manera segura… ¿Cómo se investiga la desaparición de una persona? ¿Y sin son miles?… ¿Qué más hacemos?…

III

Dale, a vencer el miedo a hablar en público. Yo, que no pregunto ni en conferencias porque soy tímida, que sueño a ser invisible, empujada a mostrarme. Ahora habla en público aunque se te quiebre la voz. Di lo que hay que decir, aunque tengas esa sensación de locura, de voz en el desierto: No se valen esos salarios de miseria… En este país matan a miles… Esta no es una guerra entre buenos y malos… Todos somos ejecutables… Ni un periodista más… ¿Dónde están?….

IV

De cubrir la pobreza a cubrir una guerra en mi propio país. En el trayecto a la escena del crimen de cualquier ciudad a la que fui enviada por la revista Proceso llevo grabadas las charlas con los fotógrafos locales que me acogen, que me trasladan, que me cuidan, sobre qué es lo que les duele, cómo lidian con ese horror, qué pesadillas tienen.  Las charlas continúan por las noches, en algún bar, donde exorcizamos miedos. Hablamos de lo que no se habla.

(Pronto, las pesadillas hicieron nido en todos. Los sueños de muerte nos perseguían. Muertos que te caen encima. Camiones de basura cargados de cadáveres verdes, descompuestos. Casas con las paredes manchadas de sangre. Sombras negras de sicarios que te persiguen. Buceando en una alberca de pozole.)

Fui un tiempo corresponsal itinerante. En cierto momento, Ciudad Juárez se convirtió en mi otra casa. Las reporteras del Diario eran como mi otra familia. Tuve el honor de compartir con ellas sus duelos, sus discusiones, sus alegrías, sus premios, sus deseos de organizarse. Conocí la ciudad a través de su mirada. Lee el resto de esta entrada »





Crónica de la tragedia del News Divine (extracto)

7 03 2011

Daniela Rea Gómez

Leticia Morales llegó al Juzgado tras recibir un citatorio a nombre de su hijo Rafael.

-Estoy aquí porque citaron a mi hijo para declarar sobre el caso News Divine –le dijo a la secretaria del Juzgado 19 penal.

-¿Y dónde está su hijo? –preguntó indiferente la empleada, con la cara sepultada tras montones de expedientes.

-No quiso venir -respondió Leticia.

-¿Entonces qué hace aquí? Vaya por el muchacho- ordenó, sin siquiera mirarla.

-Vengo para llevarla al panteón. A que amplíe allá la declaración de mi hijo, porque todos ustedes lo mataron.

La mañana del 9 de septiembre del 2009 Rafael Morales fue citado a declarar sobre su propia muerte.

La comparecencia de Leticia tuvo lugar 15 meses después de la redada policial en la discoteca News Divine que culminó con la muerte de doce personas, nueve jóvenes y tres policías.

Extracto del capítulo Crónica de la tragedia del News Divine, publicado en el  libro País de Muertos. Crónicas de la impunidad (Debate).

 

* * *

Los gritos, que minutos antes eran de fiesta, comenzaron a transformarse en desesperación.

-¡Abran la puerta! – suplicó el joven Alfonso a los uniformados cuando sintió la avalancha de gente sobre él, ubicado a escasos metros de la salida.

-¡Nos estamos ahogando! –se quejó Juan Carlos, que mareado por la falta de aire empezó a vomitar sangre sobre sus pies desnudos. A pisotones le arrancaron los tenis.

El grupo de adolescentes que acudió a celebrar el fin de año escolar se convirtió en un caudal de carnes arrastrado por la desesperación. Ahí estaba Marisol, de 14 años, con su hermana Érika, de 13. Precavida, le dijo que esperarían el desalojo del lugar para no tropezar en las escaleras, sujetó su mano y la llevó hacia el baño donde podrían respirar. Creyéndose a salvo, se recargaron en el muro y tomaron aire, pero dos policías las aventaron de nuevo al torrente del que intentaron escapar. Sus cuerpos fueron empujados y golpeados por la inercia de los otros jóvenes. Marisol se fue quedando sin aire y sin fuerzas, hasta que soltó la mano de su hermana.

Raymundo tomó la mano de Daniel, su hermano menor. Al sentir que la corriente los devoró, lo agarró con fuerza para no perderlo. Tenía 16 años y la responsabilidad de cuidar al pequeño de 14 que lo acompañaba por primera vez a la discoteca. Temeroso, Daniel se aferró al brazo flaco de Raymundo, pero la presión fue como el manotazo de un gigante y cayeron al piso y sobre ellos, otros jóvenes.

-¡Daniel!- gritó Raymundo antes de que el maremagnum le arrancara a su hermano. En un esfuerzo por recuperarlo jaló otras manos, pero Daniel fue tragado por la multitud, convertida en una arena movediza.

En el tercer piso unos jóvenes reventaron los cristales de las ventanas para respirar. A la falta de aire se sumaba el calor de 500 cuerpos sudorosos bajo el verano.

Antes de abandonarse por completo Marisol intentó buscar una bocanada de aire. Un empleado de la discoteca la alzó y ella se sostuvo un instante en puntitas, el suficiente para aspirar unos segundos de vida. Debajo de ella sintió los cuerpos tiesos y empapados en sudor, abandonados a una fuerza que no les pertenecía. Sobre las cabezas de los jóvenes alcanzó a ver que la puerta de entrada estaba cerrada y entre los lamentos que pedían oxígeno distinguió el grito de unos policías:

-¡No los dejen salir, no los dejen salir!-.

* * *

Sin aire, a oscuras, los jóvenes fueron cediendo en el túnel. Algunos se desmayaron, pero sus cuerpos permanecían erguidos, soportados por la fuerza que los apretaba; otros flotaban estrujados; otros más fueron cayendo al piso y encima de ellos los demás tropezaban.

-¡Abran la puerta que nos estamos asfixiando!- clamó el policía Manuel Aldrete a sus compañeros ubicados en la entrada.

Su voz, débil por la falta de aire, apenas era un susurro entre los demás gritos. Trató de comunicarse con el exterior por el radio que sujetaba en la mano izquierda, pero su cuerpo no le respondió. Ya era parte de otro cuerpo colectivo, compacto.

José Jiménez, otro policía que permanecía dentro de la discoteca, intentó pedir auxilio por el radio, pero tenía una frecuencia diferente a la de los oficiales que aguardaban la entrada, por pertenecer a distintas corporaciones. En la premura del operativo no se coordinó la comunicación.

De pronto un estruendo se escuchó. La puerta principal reventó por la presión de la gente desesperada por huir de esa trampa o quizá porque algún oficial soltó el seguro que la mantenía atracada. Aún con la puerta abierta, los policías hicieron un último intento por retener a los muchachos en la discoteca, hasta que los vieron derrumbarse uno sobre otro, algunos con los ojos cerrados, otros con la piel morada. El cuello de botella duró de las 18:23 a las 18:32 horas.

Raymundo, que minutos antes soltó la mano de su hermano menor, permanecía tirado en el suelo. Desde ahí vio los pies de jóvenes tratando de escapar. A brincos y pisotones pasaban encima de su cuerpo triturándole brazos, costillas y piernas. Los policías afuera de la discoteca jalaron a la gente para liberar la entrada. Tomaron los brazos de Raymundo y tiraron fuerte para sacarlo. A su vez, otros lo jalaban de las piernas para salvarse con él.

-¡No me dejes morir!- alcanzó a escuchar el grito de su amiga Isis Tapia, con la mano estirada a escasos centímetros de la suya.

Raymundo intentó jalarla hacia la puerta pero ya no tenía fuerzas. Apenas pudo tomar aire y salvarse a sí mismo. Un par de hombres lo sacaron cargando y lo dejaron recostado junto a la pared del News Divine. Adentro Isis Tapia daba sus últimos respiros.

Junto con Raymundo, Sandra fue rescatada de la discoteca. Cuando los policías la dejaron en la banqueta, la chica de 15 años estaba inconsciente.

-¡Tú no estás muerta, despierta! – le gritaban unos desconocidos mientras le sobaban el cuerpo con alcohol y le acercaban aire con sus playeras.

Cuando Raymundo recobró un poco de energía regresó a la entrada del News para buscar a su hermano Daniel. Asomó la mirada y lo vio salir en brazos de dos personas. Parecía un Cristo moribundo. Flácido. Con los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Lo depositaron en el suelo. Presionaron su pecho. Soplaron por su boca. Daniel ya no respiraba.

-¡No!- gritó Raymundo y corrió desahuciado entre los cuerpos tirados sobre la avenida. Se derrumbó frente al tercer camión donde, según el plan original del operativo, los jóvenes serían trasladados a las oficinas policiales.

* * *

El umbral del News Divine era una pila de jóvenes desmayados y cuerpos atorados que dificultaba la evacuación. Catterin logró llegar a la entrada, pero alguien desde el piso le jaló la pierna en un intento por huir y Catterin cayó. La mitad de su cuerpo quedó afuera de la discoteca, la otra mitad quedó atorada entre piernas, miembros y cadáveres. A gritos pidió que la jalaran para salir, pero los uniformados no atendieron. Gritó una y otra vez, hasta que sujetó la bota de uno de ellos y jaló su cuerpo hacia la calle.

Faltaba su hermano Christian. Apenas se recuperó, corrió a buscarlo y lo encontró tirado en la banqueta. Pegó su oreja al corazón. Estaba moribundo. Ayudada por amigos lo cargó y pidió apoyo a unos policías para llevarlo al hospital en la patrulla. Ellos respondieron con una risa burlona.

-Véalo, está casi muerto- insistió un amigo de Catterin y lo señaló. Su rostro lacerado tenía un rictus de angustia y abandono. La burla de los uniformados volvió a retumbarles en los oídos.

A unos pasos de Catterin, Juan Moreno deambulaba en la avenida entre cuerpos con el rostro cubierto por sus propias ropas. Inquieto porque su primo Rafa no contestaba el celular comenzó a destapar uno a uno.

Bajo una sábana descubrió la cara de su primo. Tenía un color morado y un golpe en la frente. Aún respiraba. Juan lo cargó y sin que las autoridades lo impidieran lo llevó al Hospital General La Villa en su automóvil. Ahí, un médico le dijo que ya estaba muerto.

Marisol logró salir gracias a un empleado de la discoteca que la sacó por la diminuta puerta de paquetería. Parecía una muñeca de trapo con la piel magullada. Su ropa estaba hecha jirones y había perdido las zapatillas. En el primer instante de conciencia recordó a su hermana Érika, a quien no pudo proteger de la marejada. Buscó entre el caos de patrullas, ambulancias, policías y paramédicos que corrían aturdidos de un lado a otro, mientras la vida de los jóvenes se esfumaba en suspiros.

Marisol encontró a su hermana menor agonizando en los brazos de dos muchachos que la recostaron en el suelo, frente a la discoteca. Alrededor de ella sólo había cuerpos. Cuerpos tirados, inertes, desmayados.

Se acercó, se hincó a su lado y le tomó las manos. Aún estaban tibias y su abdomen apenas palpitaba. Volteó a su alrededor para pedir auxilio, pero cada quien atendía su propia tragedia. La calle estaba tapizada de adolescentes desvanecidos y sus amigos que los intentaban despertar.

Marisol suplicó auxilio a un paramédico, sin soltar a su hermana. Pero él prefirió revisar a un policía que sacaban inconsciente de la discoteca.

-Qué quieres que haga si ya está muerta- le dijo socorrista, con estetoscopio al cuello.

-¡Ayúdeme, sí respira, sí respira!- suplicó Marisol en vano. Ni un oficial, paramédico o funcionario la ayudó.

A su lado, la niña se fue poniendo fría y dejó de respirar.

Sólo se acercó una policía para cubrir a Érika con una camisa roja, que Marisol aventó tan lejos como pudo. Dejarla sobre el rostro de su hermana era aceptar que había muerto en sus brazos.

 





Municipio chico, muerte grande

7 03 2011

Marcela Turati

(Proceso # 1792, 6 de marzo de 2011)

Ciudad Juárez, Culiacán, Tijuana o Acapulco suelen acaparar los titulares por el elevado número de ejecuciones del narco que ahí tienen lugar, pero proporcionalmente no son las localidades más afectadas por la violencia criminal. Algunos municipios pequeños, como el de Guadalupe en Chihuahua, tienen tasas alarmantemente altas de asesinatos… a tal grado que ya se están despoblando y convirtiendo en pueblos fantasma.

Habitantes de algunos municipios pequeños de Chihuahua, Sonora, Tamaulipas y Nuevo León han estado más expuestos a la muerte por asesinato que los pobladores de Ciudad Juárez, pero su sufrimiento no aparece en las estadísticas oficiales ni reciben asistencia del gobierno.

La tasa más alta de asesinatos en México está en el municipio de Guadalupe, Chihuahua, que aunque sólo tiene 6 mil 458 habitantes registró 139 asesinatos en cuatro años; esto equivale a 2 mil 152 homicidios por cada 100 mil habitantes, según el análisis de los demógrafos estadunidenses Richard Rhoda y Tony Burton, autores del libro Geo-México y creadores del sitio en internet del mismo nombre.

El promedio nacional de homicidios por cada 100 mil habitantes es de 31.

Algunas de las víctimas más conocidas del municipio de Guadalupe son la defensora de derechos humanos Josefina Reyes Salazar y su hijo, tres de sus hermanos y una cuñada, asesinados entre enero de 2010 y febrero de 2011, así como Érika Gándara, la única policía municipal (después de que todos los hombres desertaron), quien fue desaparecida en diciembre pasado.

En la clasificación de los 20 municipios con las tasas más altas de asesinatos relacionados con la narcoviolencia entre diciembre de 2006 y el mismo mes de 2010, elaborada por Rhoda y Burton, Ciudad Juárez –con 485 homicidios por cada 100 mil habitantes– queda en el décimo lugar y es la única localidad de gran tamaño en esa lista. Aunque por el número de homicidios, Juárez es considerada la ciudad más peligrosa del planeta y recibe recursos del plan de reconstrucción Todos Somos Juárez, varios municipios la pasan igual o peor.

Por su baja población, esos municipios pocas veces son mencionados en los medios o en los reportes oficiales, aunque la violencia que sufren es “brutal” y tendrá repercusiones individuales y sociales que perdurarán décadas, según el español Carlos Beristáin, médico, doctor en psicología y especialista en impactos por violaciones graves a los derechos humanos.

Después de Guadalupe, en la lista de Geo-México aparecen Mier, Tamaulipas (2 mil 13 asesinatos por cada 100 mil habitantes); General Treviño, Nuevo León (con mil 958); Práxedis G. Guerrero, Chihuahua (con mil 479) y Sáric, Sonora (con mil 221).

Les siguen los municipios tamaulipecos Guerrero y Miguel Alemán; los chihuahuenses Matamoros, Ciudad Juárez, Ascención, Gran Morelos, Cusihuiriachi, Riva Palacio, Ahumada y Satevó; los sonorenses Arizpe, Tubutama y Yécora, y los nuevoleoneses Doctor Coss y General Bravo.

“La mayoría de los municipios de esta lista tienen poca población; 15 de ellos tenían menos de 6 mil 500 habitantes en 2010. Aunque Ciudad Juárez tiene, por mucho, la tasa más alta de asesinatos de la guerra contra el narco (…) aparece en el décimo lugar al lado de los municipios pequeños incluidos en el análisis.”

Para sacar las tasas, Rhoda y Burton contrastaron los archivos de asesinatos relacionados con el narcotráfico proporcionados por el gobierno federal con el censo de 2010. Para su medición no se basaron en la cifra más alta, sino en la proporción según el número de habitantes.

“Los 20 municipios enlistados están en uno de cuatro estados: Chihuahua, Sonora, Nuevo León o Tamaulipas. De hecho, la mitad está en Chihuahua. Cinco forman un racimo alrededor de Ciudad Juárez, sobre la frontera, y cuatro están al sur de la ciudad de Chihuahua. Los tres de Tamaulipas y los tres de Nuevo León están entre Nuevo Laredo y Reynosa en un radio de 60 kilómetros de la frontera. Tres de los cuatro de Sonora no están lejos de la carretera que une a Hermosillo, la capital del estado, con Nogales, fronteriza con Estados Unidos”, sintetizaron.

Tierra arrasada

En la lista de Rhoda y Burton de los 20 municipios con más muertos por violencia aparecen muchos que no se mencionan en la prensa. Algunos son eminentemente indígenas; otros están aislados, como Cusihuiriachi, en la Sierra Tarahumara, o Yécora, al otro lado de las barrancas de esa serranía, en el lado sonorense.

La situación de terror que han vivido los habitantes de Mier, Guerrero y Miguel Alemán salió del anonimato en noviembre pasado, cuando los habitantes de los dos primeros municipios fueron a refugiarse al tercero, donde se abrió temporalmente el primer campamento para refugiados por la narcoviolencia.

Según testimonios que este semanario recabó en entrevistas con los refugiados (Proceso 1776), por las constantes balaceras dormían de día y pasaban la noche tumbados en el piso, apretujados dentro de un baño, detrás del refrigerador o encerrados en el clóset. Se trasladaban a gatas dentro de sus casas. Se imponían toque de queda desde las cinco de la tarde y nadie tenía permitido acercarse a las ventanas.

Una mujer entrevistada en el campamento explicó: “Antes las balaceras ocurrían nada más cada tercer o cuarto día, pero a últimas fechas eran insoportables. Había demasiada balacera, demasiado bombardeo, andaban adentro del solar, barrían todas las casas, ya no sólo algunas, y durante todo el día”.

–¿Qué ocurre en poblaciones lastimadas por tanta violencia? ¿Qué efectos hay en la población? –se le pregunta al doctor Beristáin, quien ha trabajado con poblaciones sobrevivientes a la violencia exponencial (asesinatos, torturas, desapariciones forzadas, desplazamientos y masacres) en Colombia, El Salvador y Guatemala.

–En esos lugares donde la violencia se ha concentrado habrá impactos brutales. Tendremos muchos niños que han sido testigos o perdido familiares y tendrán impactos psicológicos que impactarán su vida para siempre. En esos lugares donde la impunidad es la regla, la gente se va a tomar más la justicia por mano propia y eso es un factor de perpetuación del conflicto, porque no existe justicia que llegue a restablecer ciertas relaciones de convivencia y tendremos una escalada de violencia.

“El impacto del terror durará mucho tiempo y les va a lastrar su desarrollo humano y social. Habrá grandes colectivos de personas marginadas, en la cuneta del país y de la historia, cuyas necesidades no van a ser tenidas en cuenta y habrá focos de profundo malestar.

“Vamos a tener consecuencias a medio y largo plazos, esto no se va a terminar con el sexenio”, afirma el experto, quien estuvo en México preparando a organizaciones defensoras de los derechos humanos para atender a las víctimas de las desapariciones forzadas.

El experto que trabaja para la Corte Penal Internacional en países africanos donde hubo violaciones masivas a los derechos humanos, señala que la violencia que se vive en los pueblos y las ciudades mexicanas provocará enfermedades y parálisis en la vida de muchas personas.

“Con esos 35 mil muertos, la violencia se convierte en un problema de salud pública, significa años de vida perdidos e impactos económicos y sociales de una buena parte de la población.

“En los municipios donde se concentra la violencia, los impactos de desestructuración van a ser brutales, vamos a ver conflictividad social, formas de respuesta como el surgimiento de ‘las maras’ o del ‘sálvese quien pueda’, de la violencia que genera la exclusión, la marginación y el impacto que genera la violencia a su vez. Vamos a tener un impacto crónico en la sociedad que durará años”, diagnostica el experto.

Los pueblos fantasma

De entre los 20 municipios con mayor tasa de asesinatos, cinco redujeron su población: Guadalupe pasó de 9 mil 149 a 6 mil 458 habitantes; Mier, de 6 mil 539 a 4 mil 768; General Treviño, de mil 476 a mil 277; Práxedis G. Guerrero, de 8 mil 514 a 4 mil 799 y Ahumada, de 11 mil 727 a 11 mil 447.

Llama la atención que aunque los funcionarios municipales, los académicos y los empresarios de Ciudad Juárez han señalado que al menos 100 mil personas huyeron de esta urbe por la violencia y el desempleo (algunos investigadores de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez indican que son 250 mil), los datos del Inegi apuntan a que se mantuvo estática la población.

Para Beristáin el desplazamiento de la población plantea varios problemas similares a los vividos por las comunidades guatemaltecas en las que se aplicó la estrategia de “tierra arrasada”: ¿a dónde van los desplazados, cuál es el impacto de los sobrevivientes, dónde viven, quién se queda con sus tierras, qué significa para un pueblo que la mitad de su gente se ha ido y que hayan matado a muchos hombres, qué nuevas formas de relación social surgirán?

“El impacto es tan masivo en términos de números de víctimas y de otros impactos colectivos (la pérdida de espacios comunes, la desestructuración de la vida cotidiana, la pérdida de confianza en las autoridades, la pérdida de formas productivas) que se deben buscar procesos colectivos de reparación para estas víctimas”, dice.

La última semana del mes pasado el Congreso de Chihuahua lanzó un exhorto para que el programa Todos Somos Juárez se extienda a los municipios de Guadalupe y Práxedis G. Guerrero, en el Valle de Juárez, por considerar que esa zona “se ha convertido en el lugar donde más personas mueren violentamente en el mundo, debido a que los cárteles de Juárez y Sinaloa se enfrentan por el control de la franja fronteriza”.

En su diagnóstico, los legisladores mencionaron que de Guadalupe ha huido la tercera parte de la población y que 70% de los negocios, empresas y maquiladoras que daban trabajo en la zona, se han ido. A su vez, en Práxedis G. Guerrero cerraron dos de las tres maquiladoras.

Ese municipio saltó a la fama el año pasado cuando fue designada jefa de la policía la veinteañera Marisol Valles, la única que aceptó hacerse cargo de la seguridad pública del lugar. Actualmente, tras recibir amenazas de muerte, Valles está escondida en algún lugar de Texas.

Sobre este tema el obispo de Saltillo, Raúl Vera, reconocido por su solidaridad con las víctimas de la violencia, señaló que es preocupante la invisibilización que se hace de la violencia en los municipios rurales.

“Juárez ha tenido una visibilidad desde un principio, es fronteriza, es una ciudad muy visitada. Pero desgraciadamente los municipios pequeños están mucho más desprotegidos, están más expuestos, no tienen una estructura policiaca fuerte, tienen más riesgo de que la violencia se desate, y en esas zonas desprotegidas la violencia es terrible y eso desencadena más venganzas”, dice en entrevista con Proceso.

El prelado, quien ha ayudado a fundar redes de solidaridad y búsqueda entre familiares de personas desaparecidas, señaló que el Estado mexicano tiene que responder por todos sus ciudadanos, “no importa qué tan pequeño sea el municipio, debe tener el mismo cuidado que con los pobladores de los municipios grandes. Para los grandes empresarios se dirige todo el cuidado, y al pueblo, ¿quién lo cuida?”

Muerte en la ciudad

En cuanto a la tasa de muertes por cada 100 mil habitantes en los municipios urbanos cuya población en 2010 excedía los 700 mil habitantes, otro análisis arrojado por Geo-México muestra que las ciudades más violentas están en las zonas norteñas u occidentales.

“No causa sorpresa que la tasa de Ciudad Juárez sea la más alta, hasta 16 veces más que el porcentaje nacional, que es de 31. La ciudad registra cerca de 30% de los asesinatos relacionados con el narcotráfico ocurridos en el país en los primeros cuatro años del sexenio”, indican los especialistas en su página en internet.

Sólo seis de los 22 municipios con más de 700 mil habitantes tienen tasas de asesinato mayores al promedio nacional: Ciudad Juárez, Chihuahua (con 484.71 homicidios por cada 100 mil habitantes); Culiacán, Sinaloa (220.12); Chihuahua, Chihuahua (172.56); Tijuana, Baja California (106.88); Acapulco, Guerrero (86.67) y Morelia, Michoacán (35.63).

Monterrey está justo abajo del promedio nacional (con 26.26); Guadalajara tiene menos de un tercio del promedio y la Ciudad de México, menos de la cuarta parte.

“Dos suburbios del Valle de México, Nezahualcóyotl y Ecatepec en el Estado de México, presentan tasas que casi duplican a las de la capital, pero aun así registran menos de la mitad de la media nacional. Zapopan, un suburbio de Guadalajara, tiene una tasa 36% superior a la de Guadalajara”, indican los analistas en su reporte.

Las ciudades con menores asesinatos relacionados con la guerra contra las drogas son Mérida (con 2.66), Querétaro (1.50) y Puebla (0.84).

Cuestionada sobre la atención a las víctimas, la psicóloga mexicana experta en violencia Luciana Ramos señala que hay distintos impactos y niveles de trauma entre la gente que experimenta situaciones tan extremas y señaló que “para atender a las personas afectadas hay que crear dispositivos de intervención diferenciados, porque cada región es distinta: Es diferente la atención a los migrantes que a la gente de Juárez o Culiacán o en el campo”.





FUEGO CRUZADO. Las víctimas atrapadas en la guerra del narco

14 01 2011

“ESTA ES LA CRONICA DE ESTE FIN DE ÉPOCA. DEL MEXICO VIOLENTO, DEL FENECIMIENTO DE UNA ETAPA CRUENTA, Y EL MÉXICO EMERGENTE QUE NO TERMINA DE NACER […] EL LIBRO DE MARCELA MUEVE, ESTRUJA. ESTÁ HECHO PARA EXPLICAR HASTA DONDE HA ENRAIZADO LA CULTURA DE LA VIOLENTA MUERTE.” (DEL PROLOGO DE ROBERTO ZAMARRIPA)

Sinopsis:

Un número frío, indiferenciado, suma a los caídos por la llamada “guerra contra el narcotráfico”, pero en la periferia de la contabilidad oficial se esconden las historias de cientos de niños, mujeres y hombres, nuevos huérfanos (de padres y autoridades), viudas, familias en la indigencia, personas desaparecidas, pueblos exiliados por el miedo o que lidian con sus pesadillas, así como jóvenes que no tienen más opciones que engrosar las filas del crimen organizado o campesinos convertidos por hambre en productores de cultivos ilegales, entre otras expresiones anónimas del llamado “daño colateral”.

Las historias relatadas por Marcela Turati hablan  de las sombras del mayor conflicto armado de los años recientes en México: por un lado, las penumbras de la desinformación oficial de lo que los números esconden (más allá de las muertes contabilizadas), y por otro, el ocultamiento de las propias víctimas debido al estigma al que las condena el discurso oficial que las convierte en sospechosas de su desgracia.





Libertad de Prensa

6 05 2010

Compartimos la participación de Elia Baltazar, integrante de Periodistas de a Pie, en el Foro «La libertad de expresión desde la Ciudad de México», que se realizó el 3 de mayo en la Comisión de Derechos Humanos del DF.

Échenle un ojo!

Periodistas de a Pie

LEE AQUÍ EL TEXTO
LIBERTAD DE PRENSA – ELIA BALTAZAR